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10 abr 2022

Entregas en Corto 1 - Entrega en Alfa-Ferro

 

Pixelart de una nave espacial surcando el espacio. La nave es roja con aletas moradas y una ventana redonda. Va dejando tras de sí una estela amarilla. A la derecha de la nave hay un texto que dice: Entregas en Corto.


Este texto es el resultado de una jugada de Space Aces, un juego de rol que pueden conseguir aquí.

El encargo

La tripulación estaba en el hangar que también les servía de hogar y oficiana.

Gina revisaba sus perfiles de apps de citas y hablaba con candidatos a pareja.

Fernando estaba en la misma mesa que Gina, revisando su lista de regiones inexploradas de la galaxia.

Julia, la IA de la nave, proyectaba un holograma de su forma humana en la pequeña sala, compuesta por un sillón y una pantalla empotrada en una de las paredes del hangar. Su holoforma estaba sentada viendo telenovelas, como de costumbre.

Soldador estaba en el pequeño despacho buscando frenéticamente trabajos que pudieran tomar. Como fundador y líder de "Entregas en corto" la compañía de transporte interestelar, siempre estaba buscando trabajos para tomar.

Mientras buscaba murmuraba todo el tiempo los requisitos de cada trabajo, evaluaba los pros y contras y maldecía los requisitos absurdos.

— ¡Ajá! —gritó Soldador.

— ¡Shhh! —lo cayó Julia sin apartar sus ojos holográficos de la pantalla.

—Eres una IA —le dijo Soldador—, no necesitas ver eso en la pantalla.

Julia lo ignoró.

—¿Tenemos trabajo? —preguntó Gina.

—Espero que sea en un sector inexplorado —dijo Fernando mientras pensaba en lo emocionante que sería mapear algo nuevo.

—Sí —dijo Soldador a Gina—. Y no —le dijo a Fernando, quien perdió el entusiasmo inmediatamente.

Soldador encendió el holoproyector de la mesa en la que estaban la capitana y el navegante.

—La Alianza estelar quiere que entreguemos un paquete en Alfa-Ferro.

—El planeta de los robots telepáticos —dijo Fernando sin emoción—. Es un sector muy aburrido.

—¿Qué hay que entregar? —preguntó Gina.

—No sabemos —dijo Soldador—. El secreto es parte del trabajo. Y lo pagan muy bien. Hay que pasar por el paquete a la embajada de la Alianza.

—Prepararé la nave —dijo Gina—. Vamos Julia.

—Espera —dijo la IA—, el gobernador está apunto de enterarse que su medio hermano gemelo sigue vivo y...

—Puedes seguir viendo eso mientras preparamos todo —la apremió Gina.

La IA suspiró y su cuerpo holográfico se atenuó hasta desaparecer dentro del pequeño dron volador que la proyectaba.

—¿Tú no necesitas prepara las cartas de navegación? —le preguntó Soldador a Fernando.

—Como dije, es un sector aburrido. Podrían llegar sin mi ayuda.

—No lo creo.

—Podrían si aceptas mi propuesta de aprender a navegar. Así no tendría que ir en las misiones aburridas.

—Ya te dije que no me interesa. Aunque si aprendo a navegar ya no te necesitaría y podría despedirte —agregó Soldador en tono pensativo.

Fernando resopló y fue a preparar las cartas de navegación.

La tripulación recogió el paquete en la embajada y luego partió hacia Alfa-Ferro.

* * *

La llegada

Según las instrucciones de la embajada, debían aterrizar cerca de la capital de Alfa-Ferro. Gina logró encontrar el lugar y aterrizar bien a pesar de que Julia seguía distrayéndose con su telenovela.

Al bajar de la nave se encontraron con diversos artefactos antiguos dispersados por el terreno.

—¿Qué es todo esto? —preguntó Julia. Había bajado con el resto de la tripulación en su holoforma.

—La embajada dijo que por aquí hay varias zonas arqueológicas —respondó Soldador—. Debemos ir a unas ruinas que están al norte para entregar el paquete.

—¿Y porqué no aterrizamos allá directamente? —preguntó Julia.

—No hay espacio para aterrizar sin dañar las ruinas —explicó Soldador.

—Pero aterrizamos sobre un montón de artefactos —observó Julia.

—Los de la embajada dijeron que no les importaban. Parece que hay de estos artefactos por todos lados —Soldador se encogió de hombros—. Andando.

El robot echó a andar con el pesado paquete en los brazos. Gina se quedó para cuidar la nave. Fernando y Julia en su holoforma acompañaron a Soldador.

Salieron del campo lleno de artefactos y entraron a un bosque.

—¿Cuánto más tenemos que caminar? —se quejó Julia.

—Falta poco —dijo Soldador—. El punto de reunión está después de esta arboleda.

—¿De qué te quejas? —dijo Fernando—. Eres un holograma, no es como que te canses.

—Quiero volver a mi novela.

—Podrías haberte quedado —dijo Fernando—. De hecho, técnicamente no estás aquí, es solo tu holograma.

—Sabes que me gusta ser parte de las entregas. Siempre hay posibilidad de ver drama en vivo —Julia frotó sus manos holográficas.

—De todas formas podrías estar viendo tu novela mientras nos acompañas—se quejó Fernando—. No entiendo porqué insistes en verlas en holoforma.

—Es parte de la experiencia —dijo Julia secamente—. Eres humano, no lo entenderías. ¿Verdad, jefe?

Soldador no respondió.

—¿Jefe? —dijo Fernando.

—Ya se perdió otra vez —se lamentó Julia.

—Estoy aquí —dijo la voz de Soldador desde el otro lado de unos arbustos.

El navegante y la IA cruzaron el arbusto.

Encontraron a su jefe agachado.

—¿Qué es eso? —dijo Julia haciendo que su holoforma se agachara junto a Soldador.

—Algún tipo de planta —dijo Soldador.

Del suelo salía un tallo morado que terminaba en unas hojas con forma de mandíbulas. Cerca de la mitad del tallo salían un par de enredaderas, cada una sosteniendo un pequeño palo que parecían ser ramas secas de un árbol cercano.

La planta no pasaba de los treinta centímetros de altura.

—Jefe —dijo la planta.

—¡Habla! —dijo Julia.

—¡Habla! —dijo la planta.

—Es una periplanta.

—Habla jefe —dijo la planta.

—¿Peri-qué? —dijo Soldador.

—Periplanta —dijo Julia en tono de estar leyendo la entrada de una wiki—: pequeña planta capaz de repetir palabras y sonidos. Su nombre hace referencia a los pericos, pájaros coloridos con la misma capacidad.

—Además de hablar —continuó Julia—, las periplantas usan pequeños garrotes hechos de ramas que encuentran en el suelo.

—Deben ser estos —dijo Soldador acercando una mano a uno de los mini garrotes.

—¡Bonk! —dijo la planta al tiempo que le daba un palazo a Soldador en la mano.

Soldador retiró la mano al recibir el golpe.

—Parece que son agresivas —dijo el robot.

—En realidad son asustadizas —dijo Fernando.

Al observar la periplanta, notaron que tenía los garrotes en alto y estaba temblando un poco.

—Supongo que también me asustaría si una criatura de varias veces mi tamaño se me acercara —dijo Soldador.

—No te asustes pequeña —dijo Julia contrayendo su holocuerpo hasta alcanzar el tamaño de la planta—. Somos amigos.

—Amigos —repitió la planta.

—Sí, amigos —Julia extendió la mano hacia Soldador. El robot extendió un dedo y tocó la mano holográfica de la IA.

—Amigos —dijo Julia. Luego extendió la mano hacia la planta.

La periplanta vaciló, pero al final extendió uno de sus garrotes con cuidado hasta tocar la pequeña mano holográfica de la IA.

—Amigos —dijo la planta.

Fernando también se agachó con cuidado y logró que la planta le extendiera uno de sus garrotes.

—Impresionante —dijo el navegante—. Es muy difícil hacer que una periplanta confíe en ti.

—¿Puede venir con nosotros? —preguntó Julia.

—No es bueno sacar a criaturas de sus planetas —dijo Fernando—. Además, no sabemos si le gustaría. ¿Qué tal si se pone nerviosa y se enferma?

—¿Están bien? —se oyó la voz de Gina por los intercomunicadores—. No se han movido en un rato.

—Encontramos una planta —dijo Julia.

—¿Planta? —preguntó Gina.

—Una periplanta —dijo Fernando—. Pueden repetir palabras.

—Pueden jugar con la planta después de entregar el paquete —dijo Gina.

—Supongo —dijo Julia torciendo su gesto holográfico—. Nos vemos, pequeña amiga.

—Amiga —dijo la planta.

La tripulación se despidió de la planta y se dieron la vuelta para continuar su camino.

—¡Amiga! —gritó la planta.

Al voltearse vieron que estaba agitando sus garrotes como para llamar la atención.

—Parece que no quiere que nos vayamos —dijo Soldador.

—Me quedaré con ella —dijo Julia.

—Pasaremos por ti de regreso —dijo Fernando.

El robot y el navegante continuaron su camino.

Julia se quedó en su forma miniatura enseñándole más palabras a la planta.

* * *

La entrega

Salieron del bosque y entraron en otro campo de hierba.

Las ruinas resultaron ser un enorme complejo industrial.

—La Forja —dijo Soldador.

—¿Cómo? —preguntó Fernando.

—Aquí se originó la vida robótica del planeta. Nadie sabe quienes fueron los Forjadores que crearon este complejo. Las primeras generaciones se crearon aquí. La aristocracia puede rastrear su linaje hasta robots forjados aquí.

—¿Porqué ya no funciona?

—Eventualmente comenzaron a poder reproducirse por su cuenta y la forja cayó en desuso. Ahora es un monumento religioso.

—¿Aquí está nuestro cliente?

Soldador asintió.

—En el ala oeste. Por aquí.

* * *

El lugar de reunión era un hangar enorme. Había mesas llenas de piezas y cajas. En las paredes había planos de circuitos eléctricos y diagramas de ensamblaje.

—Que lugar más tétrico —dijo Soldador.

—¿Cómo? —dijo Fernando volteando a ver a su jefe. El robot observaba con rostro sombrío las piezas y los planos.

—¡Oh, sí! —dijo Fernando preocupado. Lo que para él eran un montón de piezas y diagramas, para su jefe debía ser como una morque llena de entrañas—. ¿Dónde estará el cliente? —dijo Fernando intentando terminar la entrega rápido.

—Aquí —dijo una voz tras ellos.

Al volverse encontraron una figura encapuchada.

Se quitó la capucha, debajo había un robot dorado.

—Falato el Dorado, supongo —dijo Soldador.

—En efecto —dijo el robot dorado de forma monotona—. ¿Tienen el paquete?

Soldador puso el paquete sobre una mesa.

—Excelente —dijo Falato en el mismo tono. El robot dorado abrió la caja. Después de comprobar su contenido la alzó.

—Recibirán su pago de la embajada en máximo cuarenta y ocho horas. Con permiso.

El robot dorado se retiró. No hacía ruido al moverse.

—Pues ya está —dijo Fernando.

—Volvamos por Julia.

¡Clank!

—¿Qué fue eso? —preguntó Fernando.

Al volverse hacia el sonido encontraron cerrada la puerta por la que habían entrado.

—Esto no me gusta —dijo Soldador alzando una de sus manos y transformándola en un soplete.

—¡Gina! —le gritó Fernando al comunicador de su oreja—. ¡Estamos atrapados!

La única respuesta fue estática.

* * *

En la nave Gina alzó la vista de su app de citas al escuchar la estática en el comunicador.

—¿Jefe?

No hubo respuesta.

—¿Fer, Julia?

—¿Qué pasa? —preguntó Julia tras Gina.

—¡Ah! —la capitana saltó en su asiento— ¿Qué haces aquí? ¿Y qué es eso?

—Es la periplanta —dijo Julia. El dron que la proyectaba cargaba un trozo de tierra con la periplanta. Parecía que Julia llevaba la planta en la cabeza—. No quería dejarme ir, así que averigüé si podía llevármela sin dañarla. Parece que sí.

—El jefe no responde —dijo Gina preocupada.

—Él y Fer fueron a hacer la entrega.

—¡Entrega! —dijo la planta.

—Esto no me gusta —dijo Gina—. Vamos a buscarlos.

La capitana encendió la nave.

* * *

Desde unos ductos del hangar escucharon ruidos de una multitud de patas acercándose.

Fernando y Soldador corrieron hasta la cortina metálica que había cerrado la entrada.

—¿Puedes abrirla? —preguntó Fernando.

—Sí —dijo Soldador encendiendo el soplete de plasma de una de sus manos y comenzando a cortar la cortina—, pero tomará tiempo.

Fernando se colocó a la espalda de su jefe con la mano derecha en alto. Llevaba su confiable anillo escudo que desviaba ataques de energía.

Durante unos tensos momentos solo se escuchó el sonido de las patas en los ductos.

—¡Maldición! —dijo Soldador.

—¿Qué pasa?

—La maldita cosa es muy resistente. Para cortarla rápido tendré que sobrecalentar mi soplete.

En ese momento lo que se arrastraba por los ductos entró en el hangar.

—Creí que sería algo peor —dijo Fernando.

De los ductos salieron siete arañas mecánicas de ojos rojos. Medían unos quince centímetros de diámetro. Las arañas saltaron de los muros hasta las mesas.

—No se preocupe, jefe. Puedo con esto.

Fernando tenía el brazo en alto, la mano empuñada, dirigiendo su anillo escudo hacia las arañas.

De una de las mesas se alzó un engranaje del tamaño de una pelota de tenis.

—Oh no —dijo Fernando.

El engranaje voló hacia Fernando con velocidad aterradora.

Si hubiera sido un rayo láser o un disparo de plasma, su anillo habría podido detenerlo. Pero al parecer las malditas arañas eran telekinéticas.

Fernando abandonó su posición defensiva para intentar tomar una placa de metal de una mesa cercana y detener el engrane.

No lo logró.

Tardó mucho en reaccionar. Cuando se volvió hacia la mesa, el engranaje ya estaba a medio camino. La pieza de metal cambió de trayectoria para seguir a Fernando. El engranaje golpeó al navegante en un brazo cuando intentaba alzar la placa metálica. La placa se le cayó de las manos.

—¿Estás bien? —preguntó Soldador al escuchar el quejido de Fernando. Ya llevaba cortados dos tercios de un hueco para salir.

—Sí —dijo Fernando—. Pero usan telekinesis, mi anillo no puede desviar sus ataques.

* * *

—¿Los ves? —preguntó Gina mientras sobrevolaba las ruinas industriales.

—No —dijo Julia investigando otra parte del terreno con su dron.

Las dos siguieron intentando contactar a sus compañeros con los comunicadores.

* * *

Las siete arañas alzaron piezas varias de metal con su poder telekinetico.

—Tengo una idea —dijo Fernando.

Las piezas volaron hacia el navegante y el robot.

Fernando activo su anillo escudo.

—Vamos, funciona —dijo con los dientes apretados.

La telekinesis seguía siendo un tipo de energía. Así que intentó desviarla aunque no estuviera dirigida a él. Su anillo logró sintonizar con la energía, pero no encontró forma de desviar las piezas metálicas. Sin embargo, eso significaba que sí podía afectar los poderes de las arañas. Fernando pensó que podría interrumpir el siguiente ataque.

Solo que no habría siguiente ataque.

Cinco de las siete piezas impactaron contra el navegante.

Fernando se desplomó, herido.

—¿Fernando? —dijo Soldador.

—¡Fernando! —repitió al no recibir respuesta.

En ese momento Soldador terminó de cortar la puerta.

Las arañas alzaron más piezas para arrojarles.

Soldador tomó a Fernando con la mano que no tenía sobrecalentada y saltó por el hoyo.

Cayeron afuera. Las piezas metálicas pasaron zumbando sobre ellos. Soldador aterrizó sobre su mano sobrecalentada. Esta se dobló bajo el peso de ambos.

Soldador se puso en pie, cargó a Fernando y comenzó a correr.

Tras ellos las arañas salieron por el hoyo.

—¡Jefe, responda! —se oyó la voz de Gina en el comunicador.

—¡Gina! ¡Estamos en el ala oeste! ¡Estamos bajo ataque! ¡Fernando está herido!

—¡Estamos en camino!

Las arañas los perseguían mientras alzaban rocas del suelo para lanzar.

Soldador apretó el paso hacia una esquina. Las piedras pasaron volando a milímetros de ellos mientras doblaban la esquina.

Frente a ellos apareció la nave.

—¡Voy a maniobrar! —dijo Gina por el comunicador.

La nave giró noventa grados mientras se abría la compuerta de abordaje y se desplegaba la escalera.

La nave bajó lo suficiente para que Soldador alcanzara la escalera. El robot se agarró con fuerza. La velocidad de la nave lastimó a Soldador, pero el robot resistió sin soltarse.

La nave siguió girando hasta darle la espalda a las arañas mecánicas. Entonces Gina activó los motores y aceleró. Las turbinas achicharraron a las arañas mientras la nave se alejaba.

—¿Qué pasó? —preguntó Gina.

—El cliente intentó matarnos —dijo Soldador.

—¿Por qué? —preguntó Julia.

—Ni idea —dijo Soldador mientras colocaba a Fernando en una camilla de la enfermería.

—¿Y el pago? —preguntó Gina.

—Dijo que nos llegaría en máximo cuarenta y ocho horas.

—Bueno —dijo Gina—, primero salgamos de aquí. Nos preocuparemos por el pago después.

* * *

Epílogo

Estaban en la pequeña oficina dentro del hangar de la compañía. Fernando se había recuperado un poco, pero aún se le veía herido. La mano herida de Soldador tendría que esperar a que les pagaran para repararla.

—¿Sí? —dijo la voz del embajador de la Alianza Estelar al aparecer en pantalla.

—Soy Soldador, de la compañía Entregas en Corto. Nos contrataron para entregar un paquete en Alfa-Ferro.

—¡Ah, sí! ¿Cuándo entregarán el paquete?

—Ya lo entregamos —dijo Soldador.

—¡Oh, entonces sobrevivieron!

—¿Qué?

—¿Nos envió sabiendo que intentarían matarnos? —gritó Gina.

—Por supuesto—dijo el embajador molesto—. Era parte del contrato.

La tripulación volteo a ver a Soldador.

—¿No leíste el contrato? —preguntó Gina.

—No mucho —admitió Soldador—. Era una entrega simple y pagaban muy bien.

La tripulación resopló. La planta los imitó.

—¿Y nos van a pagar? —preguntó Gina.

—Por supuesto —dijo el embajador—. El contrato estipula que se les paga si sobreviven. El dinero deberá entrar en su cuenta mañana a primera hora. ¿Eso es todo?

—Disculpe las molestias embajador —dijo Gina sonriendo incómodamente.

El embajador se despidió con un gruñido y cortó la transmisión.

—Bueno —dijo Soldador con una sonrisa incómoda—, cuando menos nos van a pagar.

Fernando tomó la planta, que ahora vivía en una maceta, y la colocó frente a su jefe.

—¡Bonk! —dijo Fernando.

—¡Bonk! —repitio la planta y le pegó con sus minigarrotes a Soldador.

—Lo merezco —dijo el robot.

* * *

Al día siguiente usaron la mayor parte del dinero para pagar una pequeña parte del préstamo que Soldador había tomado para comprar la nave e iniciar el negocio. El resto se usó para pagar los sueldos.

Fernando usó una buena parte del suyo para pagarse un tratamiento en una capsula de regeneración y recuperarse por completo.

Soldador se reparó la mano.

Gina le compró un pequeño cinturón anti gravedad a la maceta de la plata para que pudiera moverse.

Fernando y Gina no tenían gastos importantes y lograron ahorrar un poco.

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