nota: Este relato se basa en una jugada del juego de rol Alone Among the Stars de Takuma Okada. Un juego de exploración espacial que puedes jugar a solas o con alguien más. Hice una reseña de este juego que dejaré en un link al final, en la sección de notas. En esa misma sección puedes encontrar un link a una versión de audio de este relato narrada por mí, Ursus el Bardo, en mi canal de Youtube.
Eliot se encontraba en el nivel del taller dando mantenimiento a su equipo de buceo. Trabajaba en la boquilla mientras el resto del equipamiento estaba disperso sobre la mesa de trabajo. Era tedioso, pero no quería repetir el incidente en Acuario, el último planeta que había explorado.
Cada tantos minutos se tomaba un momento de descanso para dar un sorbo a su té negro, que ya estaba comenzando a enfriarse. En esos momentos dirigía sus ojos castaños hacia un monitor que había programado para imitar una ventana. La pantalla mostraba las imágenes de las cámaras externas de la nave. Eliot podía ver la inmensidad del espacio mientras saboreaba su té.
De pronto se oyó un breve sonido de trompetas en tonada triunfal. Era la notificación que le avisaba cuando había un planeta que valiera la pena explorar. Dejó de lado su equipo de buceo y, tomando su tasa de té, deslizó su silla flotante hasta la consola de control.
En la pantalla había un ícono circular con detalles que lo hacían lucir como un planeta. El símbolo pulsaba con un número 1 sobrepuesto. Eliot lo tocó y se abrió una ventana. Se podía leer “escáner planetario” en la parte superior de la ventana. Dentro de ella se veían los datos del escaneo. Los datos eran limitados, pero eran mejor que nada.
Los sensores le podían decir si el planeta era habitable para él y darle una idea general de los biomas más grandes. Pero si quería saber qué había en el planeta, tenía que bajar a explorarlo. Definitivamente sería útil tener más información, pero Eliot prefería descubrir el terreno por sí mismo.
Tocó un botón en la esquina inferior derecha de la ventana del escáner que decía “Ir”. Las coordenadas del planeta se agregaron al sistema de navegación y la nave cambió de curso hacia su nuevo destino. Apareció un anuncio en otra pantalla que decía “tiempo de viaje: 02:00 horas”.
—Bueno —se dijo Eliot—, eso me dará tiempo para terminar de limpiar.
Deslizó la silla de regreso a la mesa de trabajo y continuó con su tediosa tarea de limpieza.
* * *
Desde órbita el planeta lucía como casi todos los planeas habitables. Los cambios más notorios eran el tamaño y posición de los continentes, y el tamaño de los océanos. Y a veces las nubes.
Este planeta tenía un supercontinente. Debajo de la línea del ecuador se extendía un gigantesco desierto. Las fotografías satelitales que estaba tomando la nave no mostraban nada particularmente interesante en la superficie, pero parecía haber muchas cuevas. Decidió aterrizar en la falda de una montaña cerca de una cueva. Al otro lado de la cadena montañosa estaba el gigantesco desierto.
Eliot trenzó su largo cabello castaño. Le gustaba llevarlo suelto, pero era más práctico trenzarlo para explorar. Luego revisó su mochila de exploración por tercera vez. Dentro del hiperespacio de la mochila llevaba todo lo necesario para armar un pequeño campamento, su recién limpiado equipo de buceo, y algo de equipo de escalada. Explorar cuevas siempre era peligroso y quería estar preparado.
Tomó el elevador hasta la planta baja de la nave, y se dispuso a salir con su mochila a la espalda. Lo primero que notó fue el calor que lo asaltó en cuanto se abrió la puerta. Su chaqueta reaccionó al clima y comenzó a enfriarse por dentro.
Comenzó a caminar con cuidado y curiosidad. El lugar era una especie de estepa seca con árboles pequeños y poco frecuentes. Había arbustos de un color verde pálido. El suelo bajo sus botas se sentía firme y algo seco. Era cerca de medio día y, por la falta de animales, se imaginó que estos se estaban protegiendo del sol abrasador en sus madrigueras.
La cueva que planeaba explorar estaba a unos cien metros, era una abertura en el costado de la montaña. Eliot comenzó a caminar hacia su destino con paso enérgico. Siempre le alegraba poder estirar las piernas fuera de la nave. Mientras caminaba alzó el brazo derecho hacia el cielo y lo sostuvo con el otro por el codo. Al terminar de estirarse exhaló satisfecho.
El terreno a su alrededor no era muy interesante, pero aun así decidió tomar algunas fotos. Se llevó una mano a los lentes y activó el modo fotografía tocando un botón. Dirigió su vista a lo que quería fotografiar y oprimió de nuevo el botón para fotografiar el paisaje.
Al llegar a la entrada de la cueva se detuvo a tomar una foto y luego entró. Caminó por el amplio túnel con cuidado. El lugar era casi tan seco como el exterior, pero hacía menos calor. Su chaqueta reaccionó a esto último y dejó de enfriarse.
Después de unos diez metros se había puesto suficientemente oscuro y sus lentes activaron la visión nocturna. La oscuridad se transformó en un mundo de tonalidades verdes.
Eliot presionó otro botón de sus lentes. Esto activó el sonar de mapeado. Mientras continuaba adentrándose en la cueva, podía ver flotando frente a él tres puntos suspensivos temblorosos. Después de unos segundos los puntos desaparecieron, dejando paso a un mapa. Era una representación en tres dimensiones del sistema de cuevas. El escaneo abarcaba más o menos un radio de dos kilómetros.
Eliot no notó nada muy interesante, así que decidió seguir avanzando un rato para ver si se encontraba algo. Con ayuda de la visión nocturna y el mapa caminó por unos cuatro kilómetros. Estaba por volver cuando vio en el mapa una caverna de tamaño considerable. Tocó el holograma de la caverna y se desplegó un menú. Eligió la opción que decía “Ir al sitio” y en el mapa se marcó una ruta hasta ahí. Minimizó el mapa y los lentes desplegaron frente a él un hilo holográfico rojo indicando el camino.
Eliot se puso en marcha.
* * *
Cuando el medidor de distancia marcaba veinte metros, Eliot consultó el mapa 3D. Vio que al doblar la siguiente curva había una sección casi recta de túnel. Y en esa sección había una abertura a la izquierda que llevaba a la enorme caverna. Minimizó el mapa y dobló la curva. Sus lentes desactivaron la visión nocturna y Eliot se detuvo en seco. Frente a él, a unos diez metros, estaba la entrada a la caverna. Era una visión onírica. De aquel umbral irregular y rocoso salía una luz iridiscente que se derramaba por los muros y el suelo. Parecía una rasgadura en la realidad, una puerta a otra dimensión.
Eliot se aproximó con cuidado a la entrada. Al asomarse vio algo maravilloso. Del techo emanaban luces de todos los colores del arcoíris. Era muy similar a videos de la aurora boreal que había visto. Inmediatamente se puso a grabar el fenómeno con sus lentes.
Después de un par de minutos decidió que este era un excelente lugar para descansar y comer algo. El suelo era accidentado, pero encontró un buen lugar para sentarse junto a una gran roca. Sacó del hiperespacio de su mochila las quesadillas con champiñones que había preparado para la expedición, y su respectiva salsa.
—¡Oh, jo, jo! —dijo después de dar el primer bocado. La salsa le había quedado más picante de lo que había creído. No era algo malo, pues en su opinión mientras más picante mejor. Pero no había traído leche o alguna otra cosa que le ayudara a combatir el picante. Para cuando terminó de comer se había terminado una de sus botellas de agua, y la mitad de otra.
Después de comer descansó un rato mientras observaba la aurora subterránea.
Cuando estuvo listo para regresar a la nave, se puso en pie y abrió el mapa. Iba a marcar la ruta de regreso cuando notó algo: cerca de él había una salida a la superficie. Decidió explorar un poco más y marcó la ruta en el mapa; no sin antes marcar la posición de la caverna en la que se encontraba, para poder visitarla de nuevo de regreso.
Después se puso en marcha.
* * *
Al acercarse a la salida del túnel, sus lentes apagaron de nuevo la visión nocturna. Luego se oscurecieron para proteger sus ojos de la intensa luz de la superficie. Eliot notó que hacía calor, incluso más que en el lugar de aterrizaje. Su chaqueta reaccionó y lo mantuvo fresco.
—Supongo que esto lo explica. —dijo refiriéndose al calor. Frente a él se extendía un desierto. La arena fina y rojiza se extendía en todas direcciones hasta donde alcanzaba su vista. Tras él se alzaba la silueta de la montaña cerca de la que había aterrizado.
No parecía haber mucho aquí, pero Eliot decidió explorar un poco los alrededores. Marcó la entrada de la cueva en su mapa y echó andar por la arena.
Después de unos minutos encontró algo tras unas rocas enormes. Era un pequeño oasis del tamaño de un charco grande. Estaba rodeado por unas curiosas plantas de no más de dos metros de altura. Parecían ahuehuetes en miniatura y rodeaban el agua como celosos centinelas.
Eliot presionó otro botón de sus lentes y estos escanearon las plantas. En su campo de visión aparecieron tres puntos suspensivos durante un momento. Poco después fueron reemplazados por un informe del análisis. Frente a él apareció un modelo 3D del oasis. Al parecer, bajo la arena las raíces de los mini ahuehuetes creaban una especie de cuenco que retenía el agua. Pero lo más curioso era que los pequeños árboles eran capaces de extraer la humedad del ambiente, creando y manteniendo el charco.
Puso a sus lentes a grabar y comenzó a sacar cosas de su mochila. Primero extrajo una pequeña mesa que colocó cerca de uno de los árboles. Sobre la mesa colocó la mochila, y de esta sacó una caja del tamaño de un libro grande. La caja era metálica y de superficies lisas. Al abrirla reveló una serie de utensilios que parecían pertenecer a un laboratorio. Era su equipo para tomar muestras de campo.
Pensó que si lograba hacer crecer estas plantas en el laboratorio, su habilidad para condensar agua del ambiente podría ser útil en futuras exploraciones. Se puso unos guantes esterilizados que sacó de la caja, y procedió a tomar cuidadosamente varias muestras de los ahuehuetes enanos. Todo el proceso fue grabado por sus lentes.
Guardó cada muestra en bolsitas selladas al vacío, y en tubos de vidrio igualmente sellados. Luego recogió su equipamiento y, como el sol ya estaba muy abajo en el horizonte, se dispuso a volver al sistema de cuevas para luego volver a su nave. Mientras todavía estaba en el desierto hizo un escaneo amplio de la zona. Sus lentes le dijeron que había más de esos oasis dispersos en los alrededores.
Regresó a la cueva sin problemas. Caminó en la oscuridad ayudado por la visión nocturna de sus lentes y el mapa. De nuevo se detuvo en seco al llegar a la entrada de la caverna donde había visto la aurora subterránea.
—¿Hmm? —dijo al ver que no había luz saliendo de la entrada. Revisó el mapa para ver si se había equivocado de ruta.
No se había equivocado.
Se acercó con cuidado y entró en la caverna.
—Oh, ok.
El techo de la cueva era más alto de lo que había creído. La aurora había ocultado poco más de un tercio de la cueva con su luz. Ahora Eliot podía ver lo que se ocultaba tras los maravillosos colores de la aurora: en el techo de la caverna había un ecosistema. De la roca crecían plantas con formas fantásticas. Y entre las plantas se movían unos animales. Tenían forma como de truchas, pero estaban emplumadas y flotaban. No volaban, flotaban entre las plantas. Era como si alguien hubiera tomado el fondo de un lago y lo hubiera colocado de cabeza en el techo de la caverna.
Cuando Eliot logró reponerse de la sorpresa, inmediatamente se puso a escanear y grabar lo que veía. El escáner le dijo que las truchas emplumadas estaban flotando en un gas más ligero que el aire.
Al parecer, no había descubierto a los curiosos animales en su escaneo anterior porque habían estado ocultas en huecos y grietas. Probablemente no les resultaba fácil flotar en el gas de la aurora cuando estaba brillando. También descubrió que la aurora se creaba cuando el gas se calentaba a cierta temperatura. Como el sol se estaba poniendo en el desierto arriba de la caverna, la temperatura había bajado y el gas había dejado de brillar.
El escáner también le dijo que las truchas tenían un órgano en el que almacenaban ese mismo gas, lo que les permitía flotar. Observó cómo se alimentaban estas criaturas. Eran tan parecidas y tan distintas a los peces que conocía. Flotaban por el techo de la caverna tomando bocados de las plantas que las rodeaban.
Otro dato que arrojó el escáner fue que bajo el espectro visible las plumas de las truchas tenían colores oscuros: marrones, grises y negros; pero que en el espectro ultravioleta eran muy coloridas. Eliot cambió el espectro de sus lentes y pudo ver a las truchas emplumadas en toda su gloria. Se movían ligeras y perezosas por el techo, brillando como criaturas de las profundidades de los océanos. Probablemente así es como se veían entre ellas estas fascinantes criaturas en este ambiente oscuro.
Eliot se recostó donde había descansado la primera vez que estuvo en la caverna, y se dedicó a grabar y admirar a las truchas emplumadas. Mientras observaba el espectáculo, se preguntó si se estaría perdiendo otras maravillas por no haber escaneado el lugar a profundidad. Se dio cuenta de que no había escaneado el suelo al fondo del lugar y procedió a hacerlo.
El escáner arrojó resultados inmediatamente. Había unas formas de vida a unos veinte metros de él. Parecían ser algún tipo de plantas distintas a las del techo. Eliot cambió la visión ultravioleta por la visión nocturna y se aproximó a las plantas. Le costó llegar hasta ellas, pues el terreno era accidentado y algo resbaladizo.
Las plantas eran redondas como jícaras, y de ellas salían largas enredaderas con hojas de formas curvas muy pronunciadas. Al parecer, lo resbaladizo del terreno se debía a que en esta zona de la caverna, el suelo estaba cubierto por una capa de desperdicios. Pensó que probablemente los desechos de las truchas no flotaban. Mientras se acercaba a una de las plantas, el escáner le mostró algo y Eliot se detuvo.
Los datos le decían que la planta era carnívora. El modelo 3D frente a él le mostró algo inquietante: en el punto de donde salían las enredaderas, las plantas tenían un pico como de loro. De pronto se disparó la alarma del sensor de movimiento y Eliot saltó hacia atrás. Se resbaló debido a los desperdicios y cayó sentado. La jícara carnívora había comenzado a mover sus enredaderas hacia él.
Por suerte no se movían muy rápido. Eliot se puso en pie a toda prisa y se alejó de la zona. Se detuvo a una distancia que consideró segura y observó las plantas. Los datos del escáner le dijeron que las jícaras tenían dentro gas de la aurora al igual que las truchas. Pero no flotaban porque estaban usando sus enredaderas para sostenerse al suelo.
Unos minutos después las jícaras comenzaron a soltarse del suelo. Flotaron hasta llegar al borde del gas de la aurora y extendieron sus enredaderas hacia el techo.
—Ya veo. —dijo al notar que las hojas de las enredaderas eran muy parecidas a las hojas de las que se alimentaban las truchas. El modelo 3D del escáner mostraba que las hojas de las jícaras tenían espinas ocultas. Eran básicamente anzuelos.
—Bastardas ingeniosas —susurró Eliot.
Vio a una de las truchas morder una hoja de una jícara. La enredadera reaccionó envolviendo al animal. La trucha se debatió violentamente, pero más enredaderas la envolvieron, clavando las espinas en su carne. Al final la jícara logró sacar a la trucha del gas. El escáner mostró que la jícara soltó el gas que tenía dentro para arrastrar a su presa al fondo de la caverna con su peso.
Una vez en el suelo la jícara se adhirió a la roca con una de sus enredaderas y se dedicó a devorar su presa. Eliot notó que parte de los desperdicios del suelo alrededor de las plantas eran huesos de trucha y plumas.
Observó a las jícaras carnívoras alimentarse durante un rato. Tomó algunas fotos y video para sus registros. Luego se limpió como pudo el desperdicio del trasero, recogió sus cosas, y emprendió el camino de vuelta a su nave.
Según su escáner no había jícaras carnívoras en el camino de regreso, pero aun así no pudo evitar sentir que lo observaban mientras caminaba.
* * *
Salió a la superficie y sus lentes no apagaron la visión nocturna; ya era de noche. Su nave se alzaba en la distancia en la forma una silueta oscura de varios pisos de alto. Recortada contra la negrura del paisaje le recordó a una de esas torres de mago descritas en cuentos y leyendas.
En el último tramo hasta su nave, Eliot comenzó a sentir que sus piernas y espalda comenzaban a saborear la comodidad del sillón de la sala; o en realidad de cualquier mueble moderadamente mullido.
Entró en la nave bostezando, presionó el botón del nivel de su departamento y el elevador se puso en marcha.
Al llegar dejó caer su mochila cerca de la puerta del elevador, y fue directo al baño. Se desvistió y arrojó la ropa sucia en el bote. Entró en la ducha y abrió la llave. Luego la cerró casi de inmediato, pero ya era demasiado tarde: no se había quitado los lentes y ahora estaban mojados.
—¿Cómo es que siempre me pasa esto?
Suspiró, se quitó los lentes y los secó antes de colocarlos sobre el lavabo. Luego tomó un baño caliente.
Después de su baño, ya vestido con sus pijamas de dinosaurios, se dirigió a la cocina con una toalla enredada en la cabeza. Preparó un té de menta, regresó al baño porque había olvidado sus lentes, y luego usó el elevador para subir hasta el piso que era el centro de control. Una vez ahí se sentó en la silla de capitán, frente a la consola principal, y activó el despegue automático de forma perezosa. Le tomaría a la nave un par de minutos prepararse para el despegue. Después de eso sus motores de gravedad la llevarían fuera de la atmósfera rápidamente.
Eliot tomó su tablet y la sincronizó con sus lentes. Abrió la carpeta titulada “Planetas explorados”. Creó una nueva carpeta llamada “Inframundo”. Así había decidido llamar al planeta nuevo. Guardó en la carpeta todas las fotos y videos de su expedición.
Mientras hacía algunas anotaciones pensó en el fascinante espectáculo de colores que había visto en la caverna; en lo interesantes que eran las truchas emplumadas; y en lo cerca que había estado de ser devorado por jícaras carnívoras.
Se dijo que mañana llevaría las muestras de los ahuehuetes del desierto al laboratorio y haría algunas pruebas. También recordó que se estaban acabando los ingredientes. El queso que usó para las quesadillas había sido el último, y no tenía componentes para sintetizar más. Le indicó a la computadora de la nave que buscara un planeta donde pudiera encontrar componentes de sinterización. Luego continuó bebiendo su té y escribiendo en su diario sobre su más reciente expedición.
Notas del autor:
Nota 1: El detalle de las truchas y el espectro ultravioleta lo incluí al recordar que hay animales que perciben este espectro. Y algunos de estos animales se ven diferentes en ese espectro. Aquí les dejo un par de videos sobre el tema:
Video1: https://youtu.be/V9K6gjR07Po
Video2: https://youtu.be/GRD-xvlhGMc
Nota 2: Pueden descargar una versión HD de la portada de este relato en mi patreon: https://www.patreon.com/posts/portada-de-los-50066478?utm_medium=clipboard_copy&utm_source=copy_to_clipboard&utm_campaign=postshare
Nota 3: canal de quienes hicieron la música:
Patrick Patrikios:
https://www.youtube.com/channel/UCTPI2hZYxoHtdGEpdFoaU5A/featured
Dan Hening: https://www.youtube.com/channel/UCK0ePBXwnDZuZjF6xy3l77A
Estas canciones la encontré en la biblioteca de sonidos de youtube.
Nota cuatro:
Reseña del juego: https://youtu.be/vyoxRKrwH4I
Nota 5:
Versión de audio de este relato en youtube: https://youtu.be/1jF9iRI4kD8
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