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10 abr 2022

Entregas en Corto 1 - Entrega en Alfa-Ferro

 

Pixelart de una nave espacial surcando el espacio. La nave es roja con aletas moradas y una ventana redonda. Va dejando tras de sí una estela amarilla. A la derecha de la nave hay un texto que dice: Entregas en Corto.


Este texto es el resultado de una jugada de Space Aces, un juego de rol que pueden conseguir aquí.

El encargo

La tripulación estaba en el hangar que también les servía de hogar y oficiana.

Gina revisaba sus perfiles de apps de citas y hablaba con candidatos a pareja.

Fernando estaba en la misma mesa que Gina, revisando su lista de regiones inexploradas de la galaxia.

Julia, la IA de la nave, proyectaba un holograma de su forma humana en la pequeña sala, compuesta por un sillón y una pantalla empotrada en una de las paredes del hangar. Su holoforma estaba sentada viendo telenovelas, como de costumbre.

Soldador estaba en el pequeño despacho buscando frenéticamente trabajos que pudieran tomar. Como fundador y líder de "Entregas en corto" la compañía de transporte interestelar, siempre estaba buscando trabajos para tomar.

Mientras buscaba murmuraba todo el tiempo los requisitos de cada trabajo, evaluaba los pros y contras y maldecía los requisitos absurdos.

— ¡Ajá! —gritó Soldador.

— ¡Shhh! —lo cayó Julia sin apartar sus ojos holográficos de la pantalla.

—Eres una IA —le dijo Soldador—, no necesitas ver eso en la pantalla.

Julia lo ignoró.

—¿Tenemos trabajo? —preguntó Gina.

—Espero que sea en un sector inexplorado —dijo Fernando mientras pensaba en lo emocionante que sería mapear algo nuevo.

—Sí —dijo Soldador a Gina—. Y no —le dijo a Fernando, quien perdió el entusiasmo inmediatamente.

Soldador encendió el holoproyector de la mesa en la que estaban la capitana y el navegante.

—La Alianza estelar quiere que entreguemos un paquete en Alfa-Ferro.

—El planeta de los robots telepáticos —dijo Fernando sin emoción—. Es un sector muy aburrido.

—¿Qué hay que entregar? —preguntó Gina.

—No sabemos —dijo Soldador—. El secreto es parte del trabajo. Y lo pagan muy bien. Hay que pasar por el paquete a la embajada de la Alianza.

—Prepararé la nave —dijo Gina—. Vamos Julia.

—Espera —dijo la IA—, el gobernador está apunto de enterarse que su medio hermano gemelo sigue vivo y...

—Puedes seguir viendo eso mientras preparamos todo —la apremió Gina.

La IA suspiró y su cuerpo holográfico se atenuó hasta desaparecer dentro del pequeño dron volador que la proyectaba.

—¿Tú no necesitas prepara las cartas de navegación? —le preguntó Soldador a Fernando.

—Como dije, es un sector aburrido. Podrían llegar sin mi ayuda.

—No lo creo.

—Podrían si aceptas mi propuesta de aprender a navegar. Así no tendría que ir en las misiones aburridas.

—Ya te dije que no me interesa. Aunque si aprendo a navegar ya no te necesitaría y podría despedirte —agregó Soldador en tono pensativo.

Fernando resopló y fue a preparar las cartas de navegación.

La tripulación recogió el paquete en la embajada y luego partió hacia Alfa-Ferro.

* * *

La llegada

Según las instrucciones de la embajada, debían aterrizar cerca de la capital de Alfa-Ferro. Gina logró encontrar el lugar y aterrizar bien a pesar de que Julia seguía distrayéndose con su telenovela.

Al bajar de la nave se encontraron con diversos artefactos antiguos dispersados por el terreno.

—¿Qué es todo esto? —preguntó Julia. Había bajado con el resto de la tripulación en su holoforma.

—La embajada dijo que por aquí hay varias zonas arqueológicas —respondó Soldador—. Debemos ir a unas ruinas que están al norte para entregar el paquete.

—¿Y porqué no aterrizamos allá directamente? —preguntó Julia.

—No hay espacio para aterrizar sin dañar las ruinas —explicó Soldador.

—Pero aterrizamos sobre un montón de artefactos —observó Julia.

—Los de la embajada dijeron que no les importaban. Parece que hay de estos artefactos por todos lados —Soldador se encogió de hombros—. Andando.

El robot echó a andar con el pesado paquete en los brazos. Gina se quedó para cuidar la nave. Fernando y Julia en su holoforma acompañaron a Soldador.

Salieron del campo lleno de artefactos y entraron a un bosque.

—¿Cuánto más tenemos que caminar? —se quejó Julia.

—Falta poco —dijo Soldador—. El punto de reunión está después de esta arboleda.

—¿De qué te quejas? —dijo Fernando—. Eres un holograma, no es como que te canses.

—Quiero volver a mi novela.

—Podrías haberte quedado —dijo Fernando—. De hecho, técnicamente no estás aquí, es solo tu holograma.

—Sabes que me gusta ser parte de las entregas. Siempre hay posibilidad de ver drama en vivo —Julia frotó sus manos holográficas.

—De todas formas podrías estar viendo tu novela mientras nos acompañas—se quejó Fernando—. No entiendo porqué insistes en verlas en holoforma.

—Es parte de la experiencia —dijo Julia secamente—. Eres humano, no lo entenderías. ¿Verdad, jefe?

Soldador no respondió.

—¿Jefe? —dijo Fernando.

—Ya se perdió otra vez —se lamentó Julia.

—Estoy aquí —dijo la voz de Soldador desde el otro lado de unos arbustos.

El navegante y la IA cruzaron el arbusto.

Encontraron a su jefe agachado.

—¿Qué es eso? —dijo Julia haciendo que su holoforma se agachara junto a Soldador.

—Algún tipo de planta —dijo Soldador.

Del suelo salía un tallo morado que terminaba en unas hojas con forma de mandíbulas. Cerca de la mitad del tallo salían un par de enredaderas, cada una sosteniendo un pequeño palo que parecían ser ramas secas de un árbol cercano.

La planta no pasaba de los treinta centímetros de altura.

—Jefe —dijo la planta.

—¡Habla! —dijo Julia.

—¡Habla! —dijo la planta.

—Es una periplanta.

—Habla jefe —dijo la planta.

—¿Peri-qué? —dijo Soldador.

—Periplanta —dijo Julia en tono de estar leyendo la entrada de una wiki—: pequeña planta capaz de repetir palabras y sonidos. Su nombre hace referencia a los pericos, pájaros coloridos con la misma capacidad.

—Además de hablar —continuó Julia—, las periplantas usan pequeños garrotes hechos de ramas que encuentran en el suelo.

—Deben ser estos —dijo Soldador acercando una mano a uno de los mini garrotes.

—¡Bonk! —dijo la planta al tiempo que le daba un palazo a Soldador en la mano.

Soldador retiró la mano al recibir el golpe.

—Parece que son agresivas —dijo el robot.

—En realidad son asustadizas —dijo Fernando.

Al observar la periplanta, notaron que tenía los garrotes en alto y estaba temblando un poco.

—Supongo que también me asustaría si una criatura de varias veces mi tamaño se me acercara —dijo Soldador.

—No te asustes pequeña —dijo Julia contrayendo su holocuerpo hasta alcanzar el tamaño de la planta—. Somos amigos.

—Amigos —repitió la planta.

—Sí, amigos —Julia extendió la mano hacia Soldador. El robot extendió un dedo y tocó la mano holográfica de la IA.

—Amigos —dijo Julia. Luego extendió la mano hacia la planta.

La periplanta vaciló, pero al final extendió uno de sus garrotes con cuidado hasta tocar la pequeña mano holográfica de la IA.

—Amigos —dijo la planta.

Fernando también se agachó con cuidado y logró que la planta le extendiera uno de sus garrotes.

—Impresionante —dijo el navegante—. Es muy difícil hacer que una periplanta confíe en ti.

—¿Puede venir con nosotros? —preguntó Julia.

—No es bueno sacar a criaturas de sus planetas —dijo Fernando—. Además, no sabemos si le gustaría. ¿Qué tal si se pone nerviosa y se enferma?

—¿Están bien? —se oyó la voz de Gina por los intercomunicadores—. No se han movido en un rato.

—Encontramos una planta —dijo Julia.

—¿Planta? —preguntó Gina.

—Una periplanta —dijo Fernando—. Pueden repetir palabras.

—Pueden jugar con la planta después de entregar el paquete —dijo Gina.

—Supongo —dijo Julia torciendo su gesto holográfico—. Nos vemos, pequeña amiga.

—Amiga —dijo la planta.

La tripulación se despidió de la planta y se dieron la vuelta para continuar su camino.

—¡Amiga! —gritó la planta.

Al voltearse vieron que estaba agitando sus garrotes como para llamar la atención.

—Parece que no quiere que nos vayamos —dijo Soldador.

—Me quedaré con ella —dijo Julia.

—Pasaremos por ti de regreso —dijo Fernando.

El robot y el navegante continuaron su camino.

Julia se quedó en su forma miniatura enseñándole más palabras a la planta.

* * *

La entrega

Salieron del bosque y entraron en otro campo de hierba.

Las ruinas resultaron ser un enorme complejo industrial.

—La Forja —dijo Soldador.

—¿Cómo? —preguntó Fernando.

—Aquí se originó la vida robótica del planeta. Nadie sabe quienes fueron los Forjadores que crearon este complejo. Las primeras generaciones se crearon aquí. La aristocracia puede rastrear su linaje hasta robots forjados aquí.

—¿Porqué ya no funciona?

—Eventualmente comenzaron a poder reproducirse por su cuenta y la forja cayó en desuso. Ahora es un monumento religioso.

—¿Aquí está nuestro cliente?

Soldador asintió.

—En el ala oeste. Por aquí.

* * *

El lugar de reunión era un hangar enorme. Había mesas llenas de piezas y cajas. En las paredes había planos de circuitos eléctricos y diagramas de ensamblaje.

—Que lugar más tétrico —dijo Soldador.

—¿Cómo? —dijo Fernando volteando a ver a su jefe. El robot observaba con rostro sombrío las piezas y los planos.

—¡Oh, sí! —dijo Fernando preocupado. Lo que para él eran un montón de piezas y diagramas, para su jefe debía ser como una morque llena de entrañas—. ¿Dónde estará el cliente? —dijo Fernando intentando terminar la entrega rápido.

—Aquí —dijo una voz tras ellos.

Al volverse encontraron una figura encapuchada.

Se quitó la capucha, debajo había un robot dorado.

—Falato el Dorado, supongo —dijo Soldador.

—En efecto —dijo el robot dorado de forma monotona—. ¿Tienen el paquete?

Soldador puso el paquete sobre una mesa.

—Excelente —dijo Falato en el mismo tono. El robot dorado abrió la caja. Después de comprobar su contenido la alzó.

—Recibirán su pago de la embajada en máximo cuarenta y ocho horas. Con permiso.

El robot dorado se retiró. No hacía ruido al moverse.

—Pues ya está —dijo Fernando.

—Volvamos por Julia.

¡Clank!

—¿Qué fue eso? —preguntó Fernando.

Al volverse hacia el sonido encontraron cerrada la puerta por la que habían entrado.

—Esto no me gusta —dijo Soldador alzando una de sus manos y transformándola en un soplete.

—¡Gina! —le gritó Fernando al comunicador de su oreja—. ¡Estamos atrapados!

La única respuesta fue estática.

* * *

En la nave Gina alzó la vista de su app de citas al escuchar la estática en el comunicador.

—¿Jefe?

No hubo respuesta.

—¿Fer, Julia?

—¿Qué pasa? —preguntó Julia tras Gina.

—¡Ah! —la capitana saltó en su asiento— ¿Qué haces aquí? ¿Y qué es eso?

—Es la periplanta —dijo Julia. El dron que la proyectaba cargaba un trozo de tierra con la periplanta. Parecía que Julia llevaba la planta en la cabeza—. No quería dejarme ir, así que averigüé si podía llevármela sin dañarla. Parece que sí.

—El jefe no responde —dijo Gina preocupada.

—Él y Fer fueron a hacer la entrega.

—¡Entrega! —dijo la planta.

—Esto no me gusta —dijo Gina—. Vamos a buscarlos.

La capitana encendió la nave.

* * *

Desde unos ductos del hangar escucharon ruidos de una multitud de patas acercándose.

Fernando y Soldador corrieron hasta la cortina metálica que había cerrado la entrada.

—¿Puedes abrirla? —preguntó Fernando.

—Sí —dijo Soldador encendiendo el soplete de plasma de una de sus manos y comenzando a cortar la cortina—, pero tomará tiempo.

Fernando se colocó a la espalda de su jefe con la mano derecha en alto. Llevaba su confiable anillo escudo que desviaba ataques de energía.

Durante unos tensos momentos solo se escuchó el sonido de las patas en los ductos.

—¡Maldición! —dijo Soldador.

—¿Qué pasa?

—La maldita cosa es muy resistente. Para cortarla rápido tendré que sobrecalentar mi soplete.

En ese momento lo que se arrastraba por los ductos entró en el hangar.

—Creí que sería algo peor —dijo Fernando.

De los ductos salieron siete arañas mecánicas de ojos rojos. Medían unos quince centímetros de diámetro. Las arañas saltaron de los muros hasta las mesas.

—No se preocupe, jefe. Puedo con esto.

Fernando tenía el brazo en alto, la mano empuñada, dirigiendo su anillo escudo hacia las arañas.

De una de las mesas se alzó un engranaje del tamaño de una pelota de tenis.

—Oh no —dijo Fernando.

El engranaje voló hacia Fernando con velocidad aterradora.

Si hubiera sido un rayo láser o un disparo de plasma, su anillo habría podido detenerlo. Pero al parecer las malditas arañas eran telekinéticas.

Fernando abandonó su posición defensiva para intentar tomar una placa de metal de una mesa cercana y detener el engrane.

No lo logró.

Tardó mucho en reaccionar. Cuando se volvió hacia la mesa, el engranaje ya estaba a medio camino. La pieza de metal cambió de trayectoria para seguir a Fernando. El engranaje golpeó al navegante en un brazo cuando intentaba alzar la placa metálica. La placa se le cayó de las manos.

—¿Estás bien? —preguntó Soldador al escuchar el quejido de Fernando. Ya llevaba cortados dos tercios de un hueco para salir.

—Sí —dijo Fernando—. Pero usan telekinesis, mi anillo no puede desviar sus ataques.

* * *

—¿Los ves? —preguntó Gina mientras sobrevolaba las ruinas industriales.

—No —dijo Julia investigando otra parte del terreno con su dron.

Las dos siguieron intentando contactar a sus compañeros con los comunicadores.

* * *

Las siete arañas alzaron piezas varias de metal con su poder telekinetico.

—Tengo una idea —dijo Fernando.

Las piezas volaron hacia el navegante y el robot.

Fernando activo su anillo escudo.

—Vamos, funciona —dijo con los dientes apretados.

La telekinesis seguía siendo un tipo de energía. Así que intentó desviarla aunque no estuviera dirigida a él. Su anillo logró sintonizar con la energía, pero no encontró forma de desviar las piezas metálicas. Sin embargo, eso significaba que sí podía afectar los poderes de las arañas. Fernando pensó que podría interrumpir el siguiente ataque.

Solo que no habría siguiente ataque.

Cinco de las siete piezas impactaron contra el navegante.

Fernando se desplomó, herido.

—¿Fernando? —dijo Soldador.

—¡Fernando! —repitió al no recibir respuesta.

En ese momento Soldador terminó de cortar la puerta.

Las arañas alzaron más piezas para arrojarles.

Soldador tomó a Fernando con la mano que no tenía sobrecalentada y saltó por el hoyo.

Cayeron afuera. Las piezas metálicas pasaron zumbando sobre ellos. Soldador aterrizó sobre su mano sobrecalentada. Esta se dobló bajo el peso de ambos.

Soldador se puso en pie, cargó a Fernando y comenzó a correr.

Tras ellos las arañas salieron por el hoyo.

—¡Jefe, responda! —se oyó la voz de Gina en el comunicador.

—¡Gina! ¡Estamos en el ala oeste! ¡Estamos bajo ataque! ¡Fernando está herido!

—¡Estamos en camino!

Las arañas los perseguían mientras alzaban rocas del suelo para lanzar.

Soldador apretó el paso hacia una esquina. Las piedras pasaron volando a milímetros de ellos mientras doblaban la esquina.

Frente a ellos apareció la nave.

—¡Voy a maniobrar! —dijo Gina por el comunicador.

La nave giró noventa grados mientras se abría la compuerta de abordaje y se desplegaba la escalera.

La nave bajó lo suficiente para que Soldador alcanzara la escalera. El robot se agarró con fuerza. La velocidad de la nave lastimó a Soldador, pero el robot resistió sin soltarse.

La nave siguió girando hasta darle la espalda a las arañas mecánicas. Entonces Gina activó los motores y aceleró. Las turbinas achicharraron a las arañas mientras la nave se alejaba.

—¿Qué pasó? —preguntó Gina.

—El cliente intentó matarnos —dijo Soldador.

—¿Por qué? —preguntó Julia.

—Ni idea —dijo Soldador mientras colocaba a Fernando en una camilla de la enfermería.

—¿Y el pago? —preguntó Gina.

—Dijo que nos llegaría en máximo cuarenta y ocho horas.

—Bueno —dijo Gina—, primero salgamos de aquí. Nos preocuparemos por el pago después.

* * *

Epílogo

Estaban en la pequeña oficina dentro del hangar de la compañía. Fernando se había recuperado un poco, pero aún se le veía herido. La mano herida de Soldador tendría que esperar a que les pagaran para repararla.

—¿Sí? —dijo la voz del embajador de la Alianza Estelar al aparecer en pantalla.

—Soy Soldador, de la compañía Entregas en Corto. Nos contrataron para entregar un paquete en Alfa-Ferro.

—¡Ah, sí! ¿Cuándo entregarán el paquete?

—Ya lo entregamos —dijo Soldador.

—¡Oh, entonces sobrevivieron!

—¿Qué?

—¿Nos envió sabiendo que intentarían matarnos? —gritó Gina.

—Por supuesto—dijo el embajador molesto—. Era parte del contrato.

La tripulación volteo a ver a Soldador.

—¿No leíste el contrato? —preguntó Gina.

—No mucho —admitió Soldador—. Era una entrega simple y pagaban muy bien.

La tripulación resopló. La planta los imitó.

—¿Y nos van a pagar? —preguntó Gina.

—Por supuesto —dijo el embajador—. El contrato estipula que se les paga si sobreviven. El dinero deberá entrar en su cuenta mañana a primera hora. ¿Eso es todo?

—Disculpe las molestias embajador —dijo Gina sonriendo incómodamente.

El embajador se despidió con un gruñido y cortó la transmisión.

—Bueno —dijo Soldador con una sonrisa incómoda—, cuando menos nos van a pagar.

Fernando tomó la planta, que ahora vivía en una maceta, y la colocó frente a su jefe.

—¡Bonk! —dijo Fernando.

—¡Bonk! —repitio la planta y le pegó con sus minigarrotes a Soldador.

—Lo merezco —dijo el robot.

* * *

Al día siguiente usaron la mayor parte del dinero para pagar una pequeña parte del préstamo que Soldador había tomado para comprar la nave e iniciar el negocio. El resto se usó para pagar los sueldos.

Fernando usó una buena parte del suyo para pagarse un tratamiento en una capsula de regeneración y recuperarse por completo.

Soldador se reparó la mano.

Gina le compró un pequeño cinturón anti gravedad a la maceta de la plata para que pudiera moverse.

Fernando y Gina no tenían gastos importantes y lograron ahorrar un poco.

28 may 2021

Los viajes de Eliot: Inframundo

La cabina de una nave espacial. La mayor parte de la imagen está ocupada por la consola de control de la nave. En esta consola hay varias pantallas, botones y palancas. Arriba de la consola hay tres ventanas donde se ve el espacio. En todas las ventanas hay estrellas. En la ventana de en medio se ve un planeta. Hay cuadros de información desplegados sobre la ventana, tienen flechas que van hacia el planeta. En medio de la habitación hay una silla que flota. Sobre la silla está sentado un hombre de cabello castaño largo. Sostiene una tablet  en una mano y una pluma digital en la otra. Está viendo al infinito, como pensando qué escribir.
nota: Este relato se basa en una jugada del juego de rol Alone Among the Stars de Takuma Okada. Un juego de exploración espacial que puedes jugar a solas o con alguien más. Hice una reseña de este juego que dejaré en un link al final, en la sección de notas. En esa misma sección puedes encontrar un link a una versión de audio de este relato narrada por mí, Ursus el Bardo, en mi canal de Youtube.


Eliot se encontraba en el nivel del taller dando mantenimiento a su equipo de buceo. Trabajaba en la boquilla mientras el resto del equipamiento estaba disperso sobre la mesa de trabajo. Era tedioso, pero no quería repetir el incidente en Acuario, el último planeta que había explorado.

Cada tantos minutos se tomaba un momento de descanso para dar un sorbo a su té negro, que ya estaba comenzando a enfriarse. En esos momentos dirigía sus ojos castaños hacia un monitor que había programado para imitar una ventana. La pantalla mostraba las imágenes de las cámaras externas de la nave. Eliot podía ver la inmensidad del espacio mientras saboreaba su té.

De  pronto se oyó un breve sonido de trompetas en tonada triunfal. Era la notificación que le avisaba cuando había un planeta que valiera la pena explorar. Dejó de lado su equipo de buceo y, tomando su tasa de té, deslizó su silla flotante hasta la consola de control.

En la pantalla había un ícono circular con detalles que lo hacían lucir como un planeta. El símbolo pulsaba con un número 1 sobrepuesto. Eliot lo tocó y se abrió una ventana. Se podía leer “escáner planetario” en la parte superior de la ventana. Dentro de ella se veían los datos del escaneo. Los datos eran limitados, pero eran mejor que nada.

Los sensores le podían decir si el planeta era habitable para él y darle una idea general de los biomas más grandes. Pero si quería saber qué había en el planeta, tenía que bajar a explorarlo. Definitivamente sería útil tener más información, pero Eliot prefería descubrir el terreno por sí mismo.

Tocó un botón en la esquina inferior derecha de la ventana del escáner que decía “Ir”. Las coordenadas del planeta se agregaron al sistema de navegación y la nave cambió de curso hacia su nuevo destino. Apareció un anuncio en otra pantalla que decía “tiempo de viaje: 02:00 horas”.

—Bueno —se dijo Eliot—, eso me dará tiempo para terminar de limpiar.

Deslizó la silla de regreso a la mesa de trabajo y continuó con su tediosa tarea de limpieza.


* * *


Desde órbita el planeta lucía como casi todos los planeas habitables. Los cambios más notorios eran el tamaño y posición de los continentes, y el tamaño de los océanos. Y a veces las nubes.

Este planeta tenía un supercontinente. Debajo de la línea del ecuador se extendía un gigantesco desierto. Las fotografías satelitales que estaba tomando la nave no mostraban nada particularmente interesante en la superficie, pero parecía haber muchas cuevas. Decidió aterrizar en la falda de una montaña cerca de una cueva. Al otro lado de la cadena montañosa estaba el gigantesco desierto.

Eliot trenzó su largo cabello castaño. Le gustaba llevarlo suelto, pero era más práctico trenzarlo para explorar. Luego revisó su mochila de exploración por tercera vez. Dentro del hiperespacio de la mochila llevaba todo lo necesario para armar un pequeño campamento, su recién limpiado equipo de buceo, y algo de equipo de escalada. Explorar cuevas siempre era peligroso y quería estar preparado.

Tomó el elevador hasta la planta baja de la nave, y se dispuso a salir con su mochila a la espalda. Lo primero que notó fue el calor que lo asaltó en cuanto se abrió la puerta. Su chaqueta reaccionó al clima y comenzó a enfriarse por dentro.

Comenzó a caminar con cuidado y curiosidad. El lugar era una especie de estepa seca con árboles pequeños y poco frecuentes. Había arbustos de un color verde pálido. El suelo bajo sus botas se sentía firme y algo seco. Era cerca de medio día y, por la falta de animales, se imaginó que estos se estaban protegiendo del sol abrasador en sus madrigueras.

La cueva que planeaba explorar estaba a unos cien metros, era una abertura en el costado de la montaña. Eliot comenzó a caminar hacia su destino con paso enérgico. Siempre le alegraba poder estirar las piernas fuera de la nave. Mientras caminaba alzó el brazo derecho hacia el cielo y lo sostuvo con el otro por el codo. Al terminar de estirarse exhaló satisfecho.

El terreno a su alrededor no era muy interesante, pero aun así decidió tomar algunas fotos. Se llevó una mano a los lentes y activó el modo fotografía tocando un botón. Dirigió su vista a lo que quería fotografiar y oprimió de nuevo el botón para fotografiar el paisaje.

Al llegar a la entrada de la cueva se detuvo a tomar una foto y luego entró. Caminó por el amplio túnel con cuidado. El lugar era casi tan seco como el exterior, pero hacía menos calor. Su chaqueta reaccionó a esto último y dejó de enfriarse.

Después de unos diez metros se había puesto suficientemente oscuro y sus lentes activaron la visión nocturna. La oscuridad se transformó en un mundo de tonalidades verdes.

Eliot presionó otro botón de sus lentes. Esto activó el sonar de mapeado. Mientras continuaba adentrándose en la cueva, podía ver flotando frente a él tres puntos suspensivos temblorosos. Después de unos segundos los puntos desaparecieron, dejando paso a un mapa. Era una representación en tres dimensiones del sistema de cuevas. El escaneo abarcaba más o menos un radio de dos kilómetros.

Eliot no notó nada muy interesante, así que decidió seguir avanzando un rato para ver si se encontraba algo. Con ayuda de la visión nocturna y el mapa caminó por unos cuatro kilómetros. Estaba por volver cuando vio en el mapa una caverna de tamaño considerable. Tocó el holograma de la caverna y se desplegó un menú. Eligió la opción que decía “Ir al sitio” y en el mapa se marcó una ruta hasta ahí. Minimizó el mapa y los lentes desplegaron frente a él un hilo holográfico rojo indicando el camino.

Eliot se puso en marcha.


* * *


Cuando el medidor de distancia marcaba veinte metros, Eliot consultó el mapa 3D. Vio que al doblar la siguiente curva había una sección casi recta de túnel. Y en esa sección había una abertura a la izquierda que llevaba a la enorme caverna. Minimizó el mapa y dobló la curva. Sus lentes desactivaron la visión nocturna y Eliot se detuvo en seco. Frente a él, a unos diez metros, estaba la entrada a la caverna. Era una visión onírica. De aquel umbral irregular y rocoso salía una luz iridiscente que se derramaba por los muros y el suelo. Parecía una rasgadura en la realidad, una puerta a otra dimensión.

Eliot se aproximó con cuidado a la entrada. Al asomarse vio algo maravilloso. Del techo emanaban luces de todos los colores del arcoíris. Era muy similar a videos de la aurora boreal que había visto. Inmediatamente se puso a grabar el fenómeno con sus lentes.

Después de un par de minutos decidió que este era un excelente lugar para descansar y comer algo. El suelo era accidentado, pero encontró un buen lugar para sentarse junto a una gran roca. Sacó del hiperespacio de su mochila las quesadillas con champiñones que había preparado para la expedición, y su respectiva salsa.

—¡Oh, jo, jo! —dijo después de dar el primer bocado. La salsa le había quedado más picante de lo que había creído. No era algo malo, pues en su opinión mientras más picante mejor. Pero no había traído leche o alguna otra cosa que le ayudara a combatir el picante. Para cuando terminó de comer se había terminado una de sus botellas de agua, y la mitad de otra.

Después de comer descansó un rato mientras observaba la aurora subterránea.

Cuando estuvo listo para regresar a la nave,  se puso en pie y abrió el mapa. Iba a marcar la ruta de regreso cuando notó algo: cerca de él había una salida a la superficie. Decidió explorar un poco más y marcó la ruta en el mapa; no sin antes marcar la posición de la caverna en la que se encontraba, para poder visitarla de nuevo de regreso.

Después se puso en marcha.


* * *

Al acercarse a la salida del túnel, sus lentes apagaron de nuevo la visión nocturna. Luego se oscurecieron para proteger sus ojos de la intensa luz de la superficie. Eliot notó que hacía calor, incluso más que en el lugar de aterrizaje. Su chaqueta reaccionó y lo mantuvo fresco.

—Supongo que esto lo explica. —dijo refiriéndose al calor. Frente a él se extendía un desierto. La arena fina y rojiza se extendía en todas direcciones hasta donde alcanzaba su vista. Tras él se alzaba la silueta de la montaña cerca de la que había aterrizado.

No parecía haber mucho aquí, pero Eliot decidió explorar un poco los alrededores. Marcó la entrada de la cueva en su mapa y echó andar por la arena.

Después de unos minutos encontró algo tras unas rocas enormes. Era un pequeño oasis del tamaño de un charco grande. Estaba rodeado por unas curiosas plantas de no más de dos metros de altura. Parecían ahuehuetes en miniatura y rodeaban el agua como celosos centinelas.

Eliot presionó otro botón de sus lentes y estos escanearon las plantas. En su campo de visión aparecieron tres puntos suspensivos durante un momento. Poco después fueron reemplazados por un informe del análisis. Frente a él apareció un modelo 3D del oasis. Al parecer, bajo la arena las raíces de los mini ahuehuetes creaban una especie de cuenco que retenía el agua. Pero lo más curioso era que los pequeños árboles eran capaces de extraer la humedad del ambiente, creando y manteniendo el charco.

Puso a sus lentes a grabar y comenzó a sacar cosas de su mochila. Primero extrajo una pequeña mesa que colocó cerca de uno de los árboles. Sobre la mesa colocó la mochila, y de esta sacó una caja del tamaño de un libro grande. La caja era metálica y de superficies lisas. Al abrirla reveló una serie de utensilios que parecían pertenecer a un laboratorio. Era su equipo para tomar muestras de campo.

Pensó que si lograba hacer crecer estas plantas en el laboratorio, su habilidad para condensar agua del ambiente podría ser útil en futuras exploraciones. Se puso unos guantes esterilizados que sacó de la caja, y procedió a tomar cuidadosamente varias muestras de los ahuehuetes enanos. Todo el proceso fue grabado por sus lentes.

Guardó cada muestra en bolsitas selladas al vacío, y en tubos de vidrio igualmente sellados. Luego recogió su equipamiento y, como el sol ya estaba muy abajo en el horizonte, se dispuso a volver al sistema de cuevas para luego volver a su nave. Mientras todavía estaba en el desierto hizo un escaneo amplio de la zona. Sus lentes le dijeron que había más de esos oasis dispersos en los alrededores.

Regresó a la cueva sin problemas. Caminó en la oscuridad ayudado por la visión nocturna de sus lentes y el mapa. De nuevo se detuvo en seco al llegar a la entrada de la caverna donde había visto la aurora subterránea.

—¿Hmm? —dijo al ver que no había luz saliendo de la entrada. Revisó el mapa para ver si se había equivocado de ruta.

No se había equivocado.

Se acercó con cuidado y entró en la caverna.

—Oh, ok.

El techo de la cueva era más alto de lo que había creído. La aurora había ocultado poco más de un tercio de la cueva con su luz. Ahora Eliot podía ver lo que se ocultaba tras los maravillosos colores de la aurora: en el techo de la caverna había un ecosistema. De la roca crecían plantas con formas fantásticas. Y entre las plantas se movían unos animales. Tenían forma como de truchas, pero estaban emplumadas y flotaban. No volaban, flotaban entre las plantas. Era como si alguien hubiera tomado el fondo de un lago y lo hubiera colocado de cabeza en el techo de la caverna.

Cuando Eliot logró reponerse de la sorpresa, inmediatamente se puso a escanear y grabar lo que veía. El escáner le dijo que las truchas emplumadas estaban flotando en un gas más ligero que el aire. 

Al parecer, no había descubierto a los curiosos animales en su escaneo anterior porque habían estado ocultas en huecos y grietas. Probablemente no les resultaba fácil flotar en el gas de la aurora cuando estaba brillando. También descubrió que la aurora se creaba cuando el gas se calentaba a cierta temperatura. Como el sol se estaba poniendo en el desierto arriba de la caverna, la temperatura había bajado y el gas había dejado de brillar.

El escáner también le dijo que las truchas tenían un órgano en el que almacenaban ese mismo gas, lo que les permitía flotar. Observó cómo se alimentaban estas criaturas. Eran tan parecidas y tan distintas a los peces que conocía. Flotaban por el techo de la caverna tomando bocados de las plantas que las rodeaban.

Otro dato que arrojó el escáner fue que bajo el espectro visible las plumas de las truchas tenían colores oscuros: marrones, grises y negros; pero que en el espectro ultravioleta eran muy coloridas. Eliot cambió el espectro de sus lentes y pudo ver a las truchas emplumadas en toda su gloria. Se movían ligeras y perezosas por el techo, brillando como criaturas de las profundidades de los océanos. Probablemente así es como se veían entre ellas estas fascinantes criaturas en este ambiente oscuro.

Eliot se recostó donde había descansado la primera vez que estuvo en la caverna, y se dedicó a grabar y admirar a las truchas emplumadas. Mientras observaba el espectáculo, se preguntó si se estaría perdiendo otras maravillas por no haber escaneado el lugar a profundidad. Se dio cuenta de que no había escaneado el suelo al fondo del lugar y procedió a hacerlo. 

El escáner arrojó resultados inmediatamente. Había unas formas de vida a unos veinte metros de él. Parecían ser algún tipo de plantas distintas a las del techo. Eliot cambió la visión ultravioleta por la visión nocturna y se aproximó a las plantas. Le costó llegar hasta ellas, pues el terreno era accidentado y algo resbaladizo.

Las plantas eran redondas como jícaras, y de ellas salían largas enredaderas con hojas de formas curvas muy pronunciadas. Al parecer, lo resbaladizo del terreno se debía a que en esta zona de la caverna, el suelo estaba cubierto por una capa de desperdicios. Pensó que probablemente los desechos de las truchas no flotaban. Mientras se acercaba a una de las plantas, el escáner le mostró algo y Eliot se detuvo.

Los datos le decían que la planta era carnívora. El modelo 3D frente a él le mostró algo inquietante: en el punto de donde salían las enredaderas, las plantas tenían un pico como de loro. De pronto se disparó la alarma del sensor de movimiento y Eliot saltó hacia atrás. Se resbaló debido a los desperdicios y cayó sentado. La jícara carnívora había comenzado a mover sus enredaderas hacia él.

Por suerte no se movían muy rápido. Eliot se puso en pie a toda prisa y se alejó de la zona. Se detuvo a una distancia que consideró segura y observó las plantas. Los datos del escáner le dijeron que las jícaras tenían dentro gas de la aurora al igual que las truchas. Pero no flotaban porque estaban usando sus enredaderas para sostenerse al suelo.

Unos minutos después las jícaras comenzaron a soltarse del suelo. Flotaron hasta llegar al borde del gas de la aurora y extendieron sus enredaderas hacia el techo.

—Ya veo. —dijo al notar que las hojas de las enredaderas eran muy parecidas a las hojas de las que se alimentaban las truchas. El modelo 3D del escáner mostraba que las hojas de las jícaras tenían espinas ocultas. Eran básicamente anzuelos.

—Bastardas ingeniosas —susurró Eliot.

Vio a una de las truchas morder una hoja de una jícara. La enredadera reaccionó envolviendo al animal. La trucha se debatió violentamente, pero más enredaderas la envolvieron, clavando las espinas en su carne. Al final la jícara logró sacar a la trucha del gas. El escáner mostró que la jícara soltó el gas que tenía dentro para arrastrar a su presa al fondo de la caverna con su peso.

Una vez en el suelo la jícara se adhirió a la roca con una de sus enredaderas y se dedicó a devorar su presa. Eliot notó que parte de los desperdicios del suelo alrededor de las plantas eran huesos de trucha y plumas.

Observó a las jícaras carnívoras alimentarse durante un rato. Tomó algunas fotos y video para sus registros. Luego se limpió como pudo el desperdicio del trasero, recogió sus cosas, y emprendió el camino de vuelta a su nave.

Según su escáner no había jícaras carnívoras en el camino de regreso, pero aun así no pudo evitar sentir que lo observaban mientras caminaba.


* * *


Salió a la superficie y sus lentes no apagaron la visión nocturna;  ya era de noche. Su nave se alzaba en la distancia en la forma una silueta oscura de varios pisos de alto. Recortada contra la negrura del paisaje le recordó a una de esas torres de mago descritas en cuentos y leyendas.

En el último tramo hasta su nave, Eliot comenzó a sentir que sus piernas y espalda comenzaban a saborear la comodidad del sillón de la sala; o en realidad de cualquier mueble moderadamente mullido.

Entró en la nave bostezando, presionó el botón del nivel de su departamento y el elevador se puso en marcha.

Al llegar dejó caer su mochila cerca de la puerta del elevador, y fue directo al baño. Se desvistió y arrojó la ropa sucia en el bote. Entró en la ducha y abrió la llave. Luego la cerró casi de inmediato, pero ya era demasiado tarde: no se había quitado los lentes y ahora estaban mojados. 

—¿Cómo es que siempre me pasa esto?

Suspiró, se quitó los lentes y los secó antes de colocarlos sobre el lavabo. Luego tomó un baño caliente.

Después de su baño, ya vestido con sus pijamas de dinosaurios, se dirigió a la cocina con una toalla enredada en la cabeza. Preparó un té de menta, regresó al baño porque había olvidado sus lentes, y luego usó el elevador para subir hasta el piso que era el centro de control. Una vez ahí se sentó en la silla de capitán, frente a la consola principal, y activó el despegue automático de forma perezosa. Le tomaría a la nave un par de minutos prepararse  para el despegue. Después de eso sus motores de gravedad la llevarían fuera de la atmósfera rápidamente. 

Eliot  tomó su tablet y la sincronizó con sus lentes. Abrió la carpeta titulada “Planetas explorados”. Creó una nueva carpeta llamada “Inframundo”. Así había decidido llamar al planeta nuevo. Guardó en la carpeta todas las fotos y videos de su expedición.

Mientras hacía algunas anotaciones pensó en el fascinante espectáculo de colores que había visto en la caverna; en lo interesantes que eran las truchas emplumadas; y en lo cerca que había estado de ser devorado por jícaras carnívoras.

Se dijo que mañana llevaría las muestras de los ahuehuetes del desierto al laboratorio y haría algunas pruebas.  También recordó que se estaban acabando los ingredientes. El queso que usó para las quesadillas había sido el último, y no tenía componentes para sintetizar más. Le indicó a la computadora de la nave que buscara un planeta donde pudiera encontrar componentes de sinterización. Luego continuó bebiendo su té y escribiendo en su diario sobre su más reciente expedición.



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Notas del autor:


Nota 1: El detalle de las truchas y el espectro ultravioleta lo incluí al recordar que hay animales que perciben este espectro. Y algunos de estos animales se ven diferentes en ese espectro. Aquí les dejo un par de videos sobre el tema:

Video1: https://youtu.be/V9K6gjR07Po

Video2: https://youtu.be/GRD-xvlhGMc


Nota 2: Pueden descargar una versión HD de la portada de este relato en mi patreon: https://www.patreon.com/posts/portada-de-los-50066478?utm_medium=clipboard_copy&utm_source=copy_to_clipboard&utm_campaign=postshare


Nota 3: canal de quienes hicieron  la música:

Patrick Patrikios:

https://www.youtube.com/channel/UCTPI2hZYxoHtdGEpdFoaU5A/featured

Dan Hening: https://www.youtube.com/channel/UCK0ePBXwnDZuZjF6xy3l77A

Estas canciones la encontré en la biblioteca de sonidos de youtube.


Nota cuatro:

Reseña del juego: https://youtu.be/vyoxRKrwH4I


Nota 5: 

Versión de audio de este relato en youtube: https://youtu.be/1jF9iRI4kD8

21 oct 2020

El diario de Frank Brown #EerieOctober2020

(Partida de English eerie - Escenario: "El río perdido")





El diario de Frank Brown

09 de Agosto de 1921

Hemos decidido aceptar la oferta de Mary de ir de canotaje en el Edén. A mi me pareció una idea maravillosa desde el principio, pero nos costó lo suyo convencer a Geoffrey. Al final aceptó cuando le dije que sería una buena forma de sacudirse el tedio de la cotidianidad. Sabía que esto lo convencería pues, al igual que yo, el pobre cae en los oscuros recuerdos de las trincheras cuando no tiene algo para distraerlo.
Todo está preparado. Saldremos mañana temprano hacia Cumbria y comenzaremos nuestras merecidas vacaciones.

30 jul 2020

Purring Chronicles 1


Art made by @ArtByVal.

  I’m Feliria III, daughter of Felimina I the Banished. My mother was the heir of the kingdom Mountains #231. She told me that the kingdom was vast and prosperous. My great-grandmother, Feliria II the Lovely, conquered the kingdom by dominating the hairless giants who lived there with her charisma. At first she thought of teaching the giants the costumes of our kind and making them live like us, but in the end she decided to let them live the way they always had.

19 jul 2020

El rey



    El mundo transcurría ante los ojos anaranjados del rey, fuera de su alcance. Sabía que el exterior estaba lleno de peligros, pero también era desconocido; excitante. Debía permanecer en la fortaleza por su sporio bien y por el de sus súbditos. Pero cada vez que un Cantor pasaba volando, su corazón daba un vuelco y el deseo de explorar se apoderaba de él.

16 jul 2020

Reflexiones - Mi extraña relación con mis textos





Llevo creando historias desde aproximadamente los 8 años. Las primeras que recuerdo eran de dos tipos. El primero era usando juguetes, principalmente esos soldaditos de plástico de los que vienen muchos en una sola bolsa; y también tenía bolsas similares de indios y vaqueros y otras de dinosaurios. Les asignaba personalidades a los muñecos individuales y les inventaba aventuras.
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